8 de febrero de 2009

PANCHO QUILICI


Hay paisajes que son memorias recicladas en otro orden del tiempo, en la textura de una edad virgen o en la piel de una era enterrada con vida. Pancho Quilici, artista venezolano, nos ofrece uno que aureola con los signos palpables de los que parte para construir el vasto panorama central.


Nuestra mirada, arrastrándose desde abajo, se detiene en esa amplia perspectiva que conjuga restos urbanos con una tierra plana y un cielo navegante que se extienden ilimitadamente. El río es el lazo de unión entre ambos polos y el puente la línea de comunicación entre lo interior y lo exterior.


Conforta y sosiega esta definición plástica que abreva en el logro de generaciones anteriores de pintores que han perfilado horizontes en los que la no visibilidad de la figura humana lo hace paradójicamente más nítido, más concreto y pacífico.


El paisaje es una búsqueda de sí mismo a través de un mediador que lo sepa interiorizar y comprender de cara a impregnarlo de la grandeza que demanda, sin escatimarle esos rasgos de misterio que nunca deben abandonarle.


Mi amigo Humberto me confiesa que se siente un mar muerto lleno de sentimientos hundidos. Una sensación de fracaso le recorre el alma y una emoción desgarrada el cuerpo. Ahora toma el lápiz y dibuja unos rostros borrosos que después han intentado susurrarle de que es imposible resucitar lo invisible pero que todavía queda lo visible aunque hay que acertar a descubrirlo.