5 de marzo de 2009

JOAO DO CARMO / DESCIFRAR

Ante estas dos obras del artista portugués Joao Do Carmo podría decir lo que afirmaba Jean Baudrillard: "el mejor discurso sobre un cuadro sería un discurso en el que no hay nada que decir, que sería equivalente a un cuadro en el que no hay nada que ver".

Pero yo no sufro de esa desilusión radical de la que habla, al contrario padezco la adicción del que sigue queriendo ver.


Y así, ante dos trabajos de este pintor, uno de los cuales está afortunadamente en mi poder, te queda en la mirada otra dimensión y emoción con la que encarar el imaginario visual.


Pues estamos ante el desarrollo de una pintura de máscaras, seres deformes, apariencias antropomórficas, en las que se advierte una percepción del dominio, del poder, de una antinomia cruel de lo humano y su arquetipo, de la brutalidad de nuestro propio sufrimiento.


El vigor y reciedumbre de las formas no admiten pérdida, y las gamas cromáticas que las fijan y definen lo hacen con la sumisión de lo que converge en una misión irredenta e iconográfica como la que él está construyendo.


Hoy veo a mi amigo y pintor Humberto Viñas leyendo en el malecón. Me cuenta que es una imposición de éste a la que no ha podido escabullirse. Se trata de un libro que es una apología sobre las virtudes que adornan a este dios de piedra, entre ellas la de ser un héroe romántico forzado a cometer el mal, por nostalgia de un bien imposible (Albert Camus). El autor es anónimo y posiblemente pagado con la salida al exilio.