2 de abril de 2009

TARSILA DO AMARAL


La obra de Tarsila Do Amaral, la eminente artista brasileña, está en Madrid con el fin de descorrer el telón que hasta ahora no nos había dejado percibir todo su trabajo.


Y cuando lo vemos, trabamos intimidad con el alma de un trópico en que cada ser o ente animal o vegetal que lo anima tiene una forma que se adapta a su condición.


Tarsila posee la intuición plástica precisa para que la inmensidad brasileña, exuberante o árida, pobre o rica, se vislumbre como la representación feraz de una tierra cromática en busca de un destino que la haga vivir para siempre.


Nos asombra su síntesis de modos y estructuras, su visión estilística centrada en persuadir a la imagen para que hable por sí misma y nos comunique a través suyo como ella ve Brasil.


Nuestra retina ha quedado invitada a esta teofanía de la tierra y el hombre y muestra su agradecimiento conservando su destello en una memoria que en esta ocasión no nos será infiel.


De noche en el malecón, mi amigo y pintor Humberto Viñas me dice que aún no se ha explicado la razón de que cohabitemos con estos habitantes desnudos de la penumbra, arrebatados y maltrechos, heterogéneos e ilusionados, que no aman canciones sobre los necesitados y cantan blasfemias en honor a la deidad que les martiriza.


Al ver a dos mulatas aladas, las obsequiamos con el ritual de la piel desnuda para que formen parte de las poseídas por la brisa fresca caribeña, a las que no se les envejece el corazón cuando desde el monte de Venus viajan hasta su Patagonia. Algún día nosotros, cuando ya no estemos ebrios, las acompañaremos.