2 de mayo de 2009

JORGE PERUGORRÍA

Jorge Perugorría (Pichi) es conocido por su condición de actor cubano, pero no es tan sabida su calidad de pintor. Quizás, en una elucubración muy particular, se cansa de ser otro u otros y desea ser yo de vez en cuando, para lo cual se desdobla en sus habilidades y las intransferibles las vierte en una obra que no acata cánones ni reglas, sólo imaginarios que se remontan a la génesis de la isla.

Renueva raíces que se creían olvidadas, orígenes oscuros que siguen estándolo, tiempos que nunca se solidificaron porque no tenían naturalezas muertas que dejar como testimonio. Él percibe que abandonar tales huellas sin una consagración plástica es huir de un pasado que siempre estará presente. Por eso, hace constancia de este presente para que tenga futuro.

Y así camina en la persecución y culminación de un proyecto que nos ofrece un constante y febril misterio en las formas, en los delirios de una líneas que no se detienen, en un cromatismo que es puro asombro de que haya llegado hasta allí. Y es uno tras otro el que parece que está exigiendo dar testimonio en esas series que nunca deberían interrumpirse. No se producen cuestiones conceptuales ni controversias pictóricas, no tendrían lugar en este contexto, pero sí se otorgan encuentros a la mirada para que ésta se vea en ella misma, que es lo fundamental.

Humberto y yo recorremos las catacumbas del malecón. Nos quedamos admirados de tantos muertos como almacena. Con ellos se podría pintar otro infierno ¿pero qué calaveras serían las más idóneas? Imposible saberlo pues no nos quiso hablar ninguna.




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