17 de julio de 2009

VÍCTOR PASMORE (1908-1998)

Se olvida lo cotidiano, lo rutinario, aquello que la metamorfosis ha dejado en una singladura que no despierta emociones. Y nos movemos hacia estas obras del inglés Víctor Pasmore atraídos por el brote de una lírica que extiende su hermosa caligrafía ante nuestros ojos, desprendiendo un aroma de indescifrable fragancia.

Si fue Simónides el que dijo que la pintura era una poesía muda y la poesía una pintura que habla, ésta es una pintura de una poética delicada, armoniosa, que puebla el espacio con una ensenada de caracteres que se articulan con una dimensión biográfica, conforme a la cual nos muestran su capacidad y habilidad plásticas para desplazarse, atraerse y amarse.

Y son señales dirigidas a nuestras miradas de cara a alumbrar otra concepción visual y a saber captar y adentrarnos en la hondura de lo que pertenece a un espíritu que trasciende la infecunda simetría de lo opaco.

El Malecón amamanta hoy aguas turbias y broncas. Nuestra esquina está anegada y no permite el asomo. Esa imposibilidad de acercamiento nos hace a Humberto y a mí guarecernos en la siempre indeseada penumbra. Cuando al cabo de unas horas salgamos de ella va a ser difícil que nos reconozcamos, tal es la semilla que oculta entre sus pliegues.




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