28 de agosto de 2009

ROLAND PENROSE (1908-1984)

El crítico americano Greenberg, descubridor del expresionismo abstracto, no tragaba al surrealismo porque lo consideraba una pintura académica que estaba fuera de la historia del arte. Incluso algunos de sus seguidores juzgaban que no era arte.
Esa referencia la recogía Arthur C. Danto cuando decía que si el arte puro era el arte aplicado a sí mismo, el surrealismo era prácticamente la encarnación de la impureza, interesado exclusivamente en los sueños, el inconsciente, el erotismo y lo misterioso. Tal fue la tesis de Greenberg, quien definía al arte en términos absolutamente formalistas y antimiméticos.

El artista británico Penrose es surrealista y sería por tanto autor de una obra viciada, adulterada, contaminada de elementos y rasgos que ensucian ese código de valores. Sin embargo, creo que se merece otro enfoque y análisis desde bases distintas, desde ámbitos que no anulan ni derogan sino que se formulan a partir de léxicos en que lo plástico se pronuncia con desarrollos abiertos, posibles y potenciales. Incurrir en dogmas y discriminaciones conduce a la legislación de una pureza de sangre inadmisible en marcos conceptuales en los que caben por definición maridajes, mestizajes y mixturas, cruces y conexiones. Se trataría de enriquecer, no de excluir.
El trabajo de este artista choca con lo anodino de una sociedad como la inglesa y trata de confrontarla con sus miedos y fantasías. El que lo haya o no conseguido no depende de unos mandamientos o prescripciones sino de los valores pictóricos que cimenta y transmite.



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