25 de septiembre de 2009

ANTONIO SAURA (1930-1998)


En esta obra del gran artista español Antonio Saura vemos el gesto y el desgarro, la crueldad y la ferocidad, lo negro ominoso como la piel que siempre nos cubre y está presente para que no nos olvidemos de que la ceguera es nuestra inmortalidad.

Las manchas de palidez sobresalen de esa negrura como una forma de vida efímera, brutal, tétrica, que se devora a sí misma porque no es capaz de abarcarse. El pintor exorciza esa maldición expulsándola hacia afuera en un intento de que su visualización plástica reciba en la mirada del espectador un canto infectado de lo resucitado.


Obra para contemplar en crepúsculos mudos con la visión ahogada por los desaparecidos y los ausentes.


Mi amigo Humberto está aquejado de una catarsis que le hace torturar el papel con desafueros sacrílegos. Es un dolor que el isleño cubano revierte en tachaduras empapadas de sudor coloreado. ¿Son deudas a perdonar?








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