1 de octubre de 2009

WILLIAM DEGOUVE DE NUNCQUES (1867-1935)

Hay momentos en nuestra vida que queremos ocultarnos en campos extenuados por la luz, aquellos que son tan pocos que dejan que se vislumbren sus esqueletos acostumbrados a dar reposo a las inquietudes humanas. En otras ocasiones, son inmensas raíces que enmascaran osamentas, cementerios vivos y desnudos.
El artista simbolista belga Degouve demuestra que lo que le invade tiene la virtud plástica de expresarlo con la angustia del que la sufre y como la visión grávida de lo que proyecta como realidades que fluyen con el desasosiego de la calma, la misma que se detiene en el instante exacto en que la representación es su auténtica pasión.


Hoy, en el Malecón no aparece mi amigo Humberto sino su gestualidad pictórica que es puro devenir de impotencia, de rabia acumulada, de ojos cerrados que impulsan la emulsión hasta salir del marco, como si fuese un río de cieno que ha alcanzado el mar del grito.





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