5 de abril de 2010

GÉRARD DESCHAMPS (1926) / NO HAY QUE ARROJAR NADA

  • Arrojamos nuestros restos y sobrantes a la basura, al fin y al cabo son trastos inútiles, residuos, excedentes de vidas anónimas y su historia. Por lo tanto, también ellos son ignorados y despreciados.
  • Pero también los podemos considerar ruinas, vestigios, encarnaduras de una civilización que si bien los desdeña, los eleva a los altares del arte si adquieren, a través de un mediador, categoría estética.

    Es una cuestión que ya se ha abordado desde diferentes prismas, aunque la consistencia argumental para caracterizarla es tan flexible como un junco.

  • No obstante, el francés DESCHAMPS, junto con otros de sus colegas de ese nuevo realismo, nos ofrece, a través de estos ensamblajes, una sintonía visual comunicadora de unas formas actuales de existencia que hacen de lo anodino y rutinario una realidad plástica, de lo decrépito y acabado una armonía física donde dejar atrás el sentido y la concepción de otros fenómenos artísticos menos heterodoxos.




  • Gracias a esta modificación de nuestros hábitos culturales heredados comprendemos mejor el drama de nuestra época, y su significación, al plantearse de un modo escénico y ocular inaceptable bajo otros patrones que, sin embargo, ellos mismos han dado paso a esta plasmación de la realidad.




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