26 de julio de 2010

PETER HOWSON (1958) / ¿QUIÉN SABE VIVIR SIN ÉPICA?

  • Parece que en los últimos años la épica ha desaparecido de la pintura. Y no es por razón de haber abusado de ella en ese ámbito expresivo, sino probablemente porque una sociedad enferma de globalización y escepticismo no la ha necesitado.
    • Pero el escocés HOWSON ha surgido para tatuar la epopeya en sus más siniestros trances, hasta dejarla tan carente del significado que es su condición, que lo que vemos es su contrario, celebrando con ello intencionadamente la glorificación de una historia criminal digna de ser sacralizada mediante su bendición plástica.


      • Ha desvirtuado los proscenios ceremoniales, desmitificado las quimeras, embrutecido los anocheceres y amaneceres, desatado las tinieblas de la desolación. Mas nos queda la odisea visual, la entronización del desprecio y del odio, que no es poco. Y quizás la parodia de unos ojos y de una mente que ya reconocen, o lo han hecho siempre desde los lindes de un rostro hibernado.

        • Su mayor descubrimiento ha consistido en cubrirnos de infamias -sabe que nos divierte-, en dibujarnos con las insignias cromáticas del esperpento, de lo bestial, de lo bárbaro y despiadado, y, sin embargo, la mirada la mantenemos viva, descarnada, impertérrita ante su obra. No nos escondemos, incluso quisiéramos formar parte de ese entramado que es nuestra propia sustancia, nuestro más íntimo soplo estético, el que se conforma y guarda en el silencio de una memoria oreada, impregnada del viscoso sentir de un tiempo averiado y cerrado a cal y canto.









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