28 de octubre de 2010

SUSAN ROTHENBERG (1945) / AUSCULTAR FORMAS

  • Me permito un último deseo, si es que es el último. Me cuesta dejar este sitio que ha sido tan acogedor y hospitalario, y mis primeros pasos con el nuevo son muy inciertos. Si éste ha funcionado tan bien ¿por qué cerrarlo? No tengo respuesta, esa que como pintura en ocasiones es un desaliento afortunado. Carga las tintas para desenmarañarse y no buscarse en lo evidente, sería demasiado fácil.

    • Que así lo haya ideado la norteamericana ROTHENBERG no nos sorprende, es más, lo consideramos necesario para seguir iluminando unas fracciones de espacio contenidas en el tiempo. Se trata de procurar vértigos en los que asomarse, inseminaciones plásticas con las que llevar la retina del existir en la memoria.
      • Las piezas han de ser cobradas con la templanza plástica de un taxidermista, que no cejará en su empeño de codificar y estampar esas especies cuyo desaliento, repito, ha residido en fosilizarse como rastro, no testimonio, que esa es otra historia. Encerrarse en superficies, declara la autora, con el fin de resistir un aliento que no demuestra lo palpable, al revés, es la evidencia de lo objetivable.



        • Ella niega a través de esa reclusión, tanto como verifica esa soledad de aislamiento, y corrobora la verdad inscrita en la celda proclamando que la mejor derrota es la que se contempla sabiendo deducir que no es eso lo que aparenta.

        • Es una obra que no se ajusta a las percepciones hoy en boga, pero su núcleo es una topografía que siempre está por hacerse y remontarse. Seamos parte, pues, de su relieve y con ello obtendremos el don de observar bajo la ausencia perentoria del momento.



No hay comentarios:

Publicar un comentario