24 de enero de 2011

SIGFRIDO MARTÍN BEGUÉ (1959-2010) / NO HAY RAZONES PARA IRSE

  • La muerte es ese inesperado -aunque se la espere- invitado con el que hay que emborracharse para que nos haga un descuento. En el caso de MARTÍN BEGUÉ no ha sido generosa, le ha escatimado todo lo que ha podido, cortando raíz y tronco.
    • Sin embargo, no ha podido borrar su cosmovisión ni su halo metafísico en una obra que se caracteriza por el ensimismamiento y asombro ante la plástica de las cosas y sus destinos inmóviles, misteriosos y eternos.

      • El ser un agitador de la movida madrileña de los años ochenta no desequilibró su proceso creativo, lo mantuvo dentro de la simetría y ordenación de una plenitud de significados, que a través de la interrelación sutil de la pátina cromática y la figuración cimentó un arte de contemplación sereno y reconcentrado.


        • No confía en abrir otras derivaciones que las de de representar en un plano lo que, conjugándose sobre una esencia especulativa, hace articular una plástica sensible con un vocabulario que sugiere un espejo pero no un reflejo. Lo segundo podría considerarse como demasiado fácil.

      • Aunque los entornos pueden ser confinados o abiertos, las frases de la pintura se conservan con el perfil que es el emblema de su obra, una pasión soterrada que estalla en la magia voluptuosa de unos objetos que en ese momento parecen dejar de serlo.

      • Lo primordial es que siga pintando, que no descanse, que juegue, una vez dentro, con una eternidad que no sabemos si ha quedado dormida.

      • La muerte nos monda
      • y al aire deja nuestra pulpa
      • de labios de amor resecos, de ira agrietados.
      • (Alberto Vigil-Escalera).






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