9 de febrero de 2011

WILHELM LEHMBRUCK (1881-1919) / PENSAR ES CRECER

  • Señalaba Henri Laurens que en una escultura los espacios deben ser tan importantes como el volumen. En esencia, la escultura consiste en apoderarse del espacio, de un espacio circunscrito por formas.

    • En el caso del alemán LEHMBRUCK parece que esa ocupación es además del propio, el nuestro, el que tomamos como espectadores y nos suscribe como tales, el que tendríamos que compartir para crecer pensando esperando o sin desesperar.
      • En el fondo turbio de su época, el hombre no sabe como enfrentarse a sus propios demonios, a pesar de que cavila en todas las posturas y éstas se hacen más largas, más prolongadas, a fin de que las ideas y reflexiones se estiren e inyecten cordura en sus cuerpos.


        • Sin embargo, el desconsuelo es patente, la inmovilidad es derrota, la desnudez rendida más que rota. Los silencios que acompañan a las figuras también son elementos y ámbitos espaciales y del entorno, tanto que sin ellos se verían huérfanas de condición y sustancia.

        • Y de paso, las soledades sin vestidos que colocar y exhibir son las perfectas sombras de una angustia que se desarrolla en la inercia de cada miembro. Por tanto, la mirada que les dirigimos ya no nos deja ser la de un observador neutro.

        • Las palabras se desdoblan, se retuercen y son una y millones. En cada grano de arena se graban y siendo tantas se hace una sola. De pronto la mano del mar lo borra todo. Cesa el baile. Y nada ya. Únicamente el vacío (Alberto Vigil-Escalera).




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