19 de abril de 2012

CÁNDIDO MONGE / GENERAR UN SILENCIO DE HIERRO

  •  CÁNDIDO ha salido de su cueva, en la que mantiene unas relaciones con sus criaturas que no son manifestas, ni siquiera suficientemente perceptibles, sino casi siempre interiores, recónditas, encubiertas. Se desarrollan en la clandestinidad, mediante un juego de claves secretas. Aunque se confiese antes y después, la fragua sigue con la mente despierta.  
  •  Esta nueva exposición, que es poco menos que una retrospectiva, en Paracuellos del Jarama, su lugar de residencia, es la ocasión, su ocasión, de brindar por una manera de encarar la forma de la materia, el hierro, su ocupación en el espacio, su fuente inagotable de experiencias e itinerancias. Las aportaciones lingüístico-formales son propias de todo artista que se precie como tal, y él es uno de ellos, porque sabe de silencios, escalas y medidas.  
  •  Y la ocasión, repito,  de dar contornos, nitidez, plasticidad y estructuras al hierro, del que es al mismo tiempo legítimo acreedor y deudor. Sus construcciones tienen un evidente carácter experimental mas sin desmentir la conciencia de estilo, basado en una rúbrica inequívoca de economía de formas, integración, factura y acabado; constructivismo, pues, desde una raíz figurativa, que no llega a apagarse del todo, desde una comprensión arquitéctónica que vehicula planos y elevaciones, y un simbolismo que nace más allá de la materia. 
  •  Bajo calidades y cualidades intrínsecas late lo volátil, lo aéreo,  la filigrana alada, las direcciones del horizonte en el viento, o el espesor, lo compacto, el volumen de lo recio de connotaciones norteñas, que está radicado en capas de significaciones geológicas. No hay ambiguedades ni indefiniciones, ni fragmentariedad, ni siquiera arbitrariedad y contradicción. Únicamente se constata la profundidad de lo pensado, de la idea de campo y realización, del juego conforme a la dimensión deseada del objeto y su proceso, porque el signo deviene en un encuentro.   
  •  Ya he hablado de MONGE en este blog y he señalado que tiene la fe del hombre que mastica el hierro, de su fértil imaginario, del llamamiento que hace a la mirada para que se de bruces con la plataforma de señales que constituye cada pieza, el conjunto de ellas, el armazón de su destino, dándonos así la oportunidad de permitirnos concurrir a la percepción de raciocinios téctonicos forjados por la pasión visionaria de un quehacer que se anuda al tiempo, a la época, a la realidad férrea de lo moldeado según su misma mutación.
  • Una obra que requiere mayor atención dada su modernidad y la constancia de unos valores estéticos que no necesitan escupir vómitos posmodernistas que rayan con la estupidez. Aunque también se me puede achacar el no respetar, como dice Miguel Fernández-Cid refiriéndose a la pintura, que hablar de escultura es traicionar un principio elemental, el silencio, que es lo que mejor acompaña.   

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