16 de abril de 2012

KENNY SCHARF (1958) / CAMINO ENTRE LIMBOS

  •  Nos volvemos a encontrar las tesis -o antítesis si jugamos a las paradojas de lo que cada cosa es o significa- dadaístas o neodadaístas -repertorio de etiquetas que siempre llevamos puestas como prendas de vestir a la última- de que la vida es arte o de que para buscar la vida hay que tropezarse con el arte.
  •  ¿Qué es lo que hace el norteamericano SCHARF? Tratar de que el transeunte no transite sin las oportunas vivencias estéticas acompañantes, de que haya una percepción en su entorno urbano de unas sensaciones visuales determinadas, de que lo que cuente y se cuente sea algo más que la derrota gris y sucia de lo que le rodea y no le abandona.
  •  Esta integración de elementos del cómic, del tebeo, tratados pictóricamente -y con más señuelos que las banalidades más cargantes del pop- añaden una nueva dimensión a la rutina cotidiana del ir, venir, andar, deambular y pararse. Y no ver, ni siquiera mirar. 
  •  Aunque son duendes que se regodean de su carencia humana (¡ni falta que les hace!), también son personajes capaces de lanzarnos mensajes que nos ayudan a tener más que una visión plástica, a no despreciar su configuración, tan bien trenzada y constituida, a dar fuerza y regocijo a la mirada, que queda fijada en el interior de sus fauces.   
  • La cita diaria de Felipe, Humberto y mía en El Malecón se ve hoy sorprendida -¡cómo no!- por la aparición de "Xuan de la Borrina" con su mujer barbuda y su perra. Inmediatamente la niebla ha desaparecido gracias a él y con el ron que le dimos le agradecimos el don.  

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