30 de agosto de 2012

FERNANDO DE SZYSLO (1925) / LOGROS QUE NO SE OLVIDAN

  •  Lionello Venturi, uno de los más grandes conocedores del arte, tenía infinidad de veces razón, como cuando comentaba que con eso de que la obra de arte trasciende a la época en que ha sido creada, se pretende decir que la creatividad implícita en ella pertenece al hombre sin distinción de tiempo o lugar, a cualquier hombre que sienta e imagine. Aunque no es posible distinguir, desde un punto de vista crítico, la creatividad de un artista sin conocer completamente sus condicionantes históricos.    
  •  Viene a cuento este preliminar por lo que se refiere a la obra del peruano DE SZYSLO, cuya arquitectura interior es un vivero de encuentros con la modernidad y su inserción en un contexto autóctono americano de espacios abiertos a múltiples variaciones de épocas y culturas. 
  •  Detrás de esas formas asimétricas dentadas, vivas -habitantes en ósmosis-, rectilíneas unas, envolventes otras, de distintas secuencias cromáticas, en ocasiones a manera de dólmenes, en otras como efigies o ídolos, o incluso como catacumbas, el símbolo alcanza toda su significación. 
  •  Las correspondencias entre las primeras revelaciones de como la construcción formal puede esencializarse y la exposición en la superficie de las vivencias del mundo intuitivamente asimiladas, se contemplan en este quehacer plástico de tanto arraigo, casi al borde de una fusión mística, perfectamente ejecutada.
  • Nada más llegar Felipe, Humberto y yo al Malecón aparecen los Aurantes (Oscar Wilde), que entierran a sus muertos en las copas de los árboles y viven en oscuras cavernas por miedo a que el sol, que es su dios, pueda matarlos. Y en voz muy baja mascullan una frase de Albert Camus: "en el momento en que empiezan a connotar intimidades es cuando hay que precaverse: van a retocar el cadáver". Inmediatamente se van pero nos dejan el ron.   

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