24 de septiembre de 2013

BLANCA MUÑOZ (1963) / VARADOS EN EL DESIERTO

 La escultura es dar dimensión a un hallazgo que se dibujaba entre la razón y el sueño. Dar con el material sensible que puede hacerla posible, es más, que sea el único en que sea ella misma con todas sus propiedades intrínsecas. 
 Las piezas de la madrileña MUÑOZ son como piruetas delicadas, aéreas, que se van haciendo a sí mismas entre el movimiento, el espacio y la sensación de no terminarse nunca. Mientras se construyen gracias a la artista, generan nuevos ámbitos, los suyos, dentro de los que estar en una nueva fase temporal y física. Sólo hay que dejarse llevar.  
 Es importante también contemplar sus reflejos, sus entrelazamientos, porque son cuerpos con sus miembros, su disposición volumétrica, que encajan en sus simetrías, en sus formas de organizar su presencia y existencia. Nutren otro lenguaje y además saben comunicarlo.  
Las Damas de la Caridad se dedicaban a enjaular ruiseñores, para que dejaran de cantar, y una muerte lenta, y así hacerse collares con sus pequeños huesos brillantes.
(Leopoldo María Panero)

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