22 de octubre de 2013

ABIGAIL LAZKOZ (1972) / CABALLOS DE TROYA


  •  Me admira esta poesía constructora que añade, apila, organiza, contrasta, esquematiza, dinamiza, lo mismo mecaniza que monta un tinglado que armoniza con una ficción escénica, que infunde a lo negro un sentido conductor, y principalmente porque su visibilidad es lo que cuenta tanto como el hacerse visible, tal como decía Hegel.


  •  Tales geometrías no niegan lo fantástico e imaginativo sino que forman parte de un todo que se dota a sí mismo de una visión que fragua como un pathos de creatividad humana que siempre está ahí y nos pasamos las vida tratando de buscarlo. La vasca LAZKOZ quizá lo haya encontrado porque mira el entorno muy de cerca, sobre la base aparente de dos principios que no se rechazan, cada uno formula su convicción de acuerdo con el papel que le toca jugar.  


  •  Sobre ese entramado podemos especular, esa es la ventaja y la virtud de este desarrollo que desde lo interior se va haciendo y formando hasta hallar el resultado final, que hay que leerlo como si fuese una geografía de que lo infinito también sabe servirse de un marco finito.  

Amor mío, los árboles son falos que recuerdan al cielo lo
    que fui,
y todo los hombres son monumentos de mi ruina.
(Leopoldo María Panero)

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