1 de diciembre de 2014

ARMANDO FALLAS VARELA (1972) / EL PASAJE ESTÁ SIEMPRE RENCARNÁNDOSE


  • Es cierto que la creatividad implica también un componente narcisista evidente, que jamás abandonará. Pero en el caso de la obra paisajística del costarricense FALLAS, tal elemento es en el que incurre el propio panorama que se ha aliado con todas las fuerzas de la naturaleza presididas por su dios equino que se alza como un gigante de follajes, espesuras, arboledas, un verde cosmos que contiene revelaciones para la mirada.      



También dicen que la obra es siempre inferior al sueño del que nació. No es tanto así, creo, como el que al final, una vez construida, toma la dimensión que ella misma impone, que considera cuál es el el sentido de una visibilidad más honda, un imaginario más acorde con una realidad que procedía de una fantasía enclavada en la misma.


 No hay duda que estamos obra que se completa en sí misma, en una exaltación de un territorio que se mueve entre la utopía y el buen oficio pictórico, que renueva una historia de un papel protagonista -aunque le ha costado tenerlo-, circunscribiéndolo a su propia raíz tropical, a sus características fuentes de la definición telúrica del origen táctil, carnal, corpórea de esa quimera.    
Venid, volved, subid.
Escupid al perdón, a la miseria,
al otro olvido, dispensada fama
a quien debía amar, vivir, ser sólo.
(José Luis Rey)

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