6 de julio de 2009

LYYN CHADWICK

Lyyn Chadwick (1914-2003), gran escultor británico, hace su trabajo con la pasión de un constructor harto de demoliciones, con la obsesión del que estuvo en una guerra y sabe muy bien lo que es la destrucción.

Forja su escultura partiendo de la idea de que el final ya no es importante porque está destruido y muerto, lo que es esencial es crear a partir de ese término, por eso sus esculturas se configuran con la arquitectura propia de lo que se está gestando y nunca está terminado.

Es como un presentimiento del artista el de que hay que hacer retroceder la consumación para que jamás llegue, plantar sus testimonios en estructuras férreas, compactas, pesadas, con objeto de que tales iconos estén permanentemente al borde de un desenlace que no ocurrirá.

De ahí que su obra se enmarque en un contexto lineal, cincelado con miras a cobrar historia en el tiempo y a ocupar espacios que conciten el centro de todas las miradas posibles, que manifiesten a través de su contemplación las señas de identidad de una naturaleza que pueda evocarse así siempre.

Han dejado de sonar los tambores y hay un silencio espeso. Seguimos a la escucha pero no oímos nada. Hoy el Malecón se mantiene callado. Humberto y yo salimos sigilosamente de nuestra esquina. Teníamos malos presagios y un cuadro que acabar, y el ron ya era incapaz de amamantarnos con la sangre que nos faltaba.




3 de julio de 2009

SAM FRANCIS

El californiano Sam Francis (1923-1984) depositó toda su fe, igual que los fovistas, en el color como el origen de una nueva pintura, en la que reinvidicaba su preponderancia en el espacio y su pasión en los motivos y en los efectos.

Creo con él campos, bóvedas, manantiales, para que pudiéramos contemplarlo como una segunda retina y recrearnos en su seno hasta configurar una exacta dimensión con la que empezar a mirar y vivir desde entonces.

Sus atmósferas nos hacen viajar con la calidez y el abrigo que desprenden e irradian estos océanos de luz, permitiendo a su vez a la visión errar por confines plásticos hasta ahora ignorados y que no podrían o deberían ser olvidados.

Su obra nos depara aliento y éxtasis de claridad y también surcos de sueños que rastrean los contornos que difuminan los tintes y las saturaciones e intensidades tan mágicamente percibidas como deseadas, intencionalidad buscada por el artista para que se conserven en nuestra memoria.

Ante nuestra esquina del Malecón el mar es una marisma que se encalla en la huella de una conmemoración que Humberto y yo estamos esperando que tenga lugar. Sin aleluyas ni alharacas, sin doctrinas ni mandamientos, solamente la percepción de ese momento único, insoslayable, en que el color modela el arrebato de sentirse liberado de un oprobio doloroso que señala un interior postrado. La vida es pintarlo, la muerte el no conseguirlo.




2 de julio de 2009

WOLS


  • Lo patético se funde con la agonía de un destino que ni podía ni quería ser interminable.
  • El alemán Wols (1913-1951) vivía marcado por un hado en el que anidaba la fatalidad de ver y significar. Exteriorizó el signo de la muerte en una caligrafía de líneas que eran como entrañas devoradoras o metástasis infames.
  • En este autorretrato se advierte la irrupción de esas frondas malignas convocadas con la finalidad de socavar y pudrir un rostro que en sí es premonitorio.
  • Este artista fue un creador que no creía en sí mismo, que consideraba su obra como una tierra estéril, con unas raíces que no deseaban procrear pues para ello había que sufrir y padecer. Y la gran paradoja es que a pesar de toda su depresión y desánimo las hizo surgir con el veneno filtrado en su piel.
  • Desde aquí, desde esta esquina del Malecón, no percibimos la esencia de este mar antillano tan bien interpretado por Esteban Chartrand y Valentín Sanz Carta. También debíamos haber aprendido de la minuciosidad de Guillermo Collazo, o de la pasión por él de Leopoldo Romañach Guillén y José Hurtado de Mendoza. O de la sabiduría de Amelia Peláez y Víctor Manuel junto con la fantasía de René Portocarrero. Y sin olvidar a Mariano Rodríguez y Ernesto González Puig acompañados de Felipe López y Olga Román Suárez. Aunque lo que nos quedaba por sentir y ver nos lo reservaban Blanco López, Jurra Kessel, Manuel Mendive y Francisco Bernar. Brindamos por ellos y por la suerte de esta agua que amamanta tanto como engulle.

1 de julio de 2009

DAVID ALFARO SIQUEIROS

Además de la ansiada independencia, de lo que se trataba era de recuperar la identidad patria. Y así lo entendió el artista más militante de los grandes muralistas mejicanos, David Alfaro Siqueiros (1896-1974).

Con el formato del mural y mediante la utilización de otros medios como malta, arena, cemento, pistola de chorro y la aplicación del color a la silicona y la piroxilina en lugar del óleo, quería llegar a todo el pueblo mejicano, a hacerles ver en recintos, paredes, tapias o muros, lo que había sido su historia y la lucha que se había sostenido para la consecución de una soberanía que durante siglos les fue negada.

Esta obra de agitación y movilización no se hizo bajo las premisas de un realismo socialista hueco y caduco, sino con la contribución de caracteres plásticos de honda significación en aras al logro de perspectivas ópticas y dinámicas que tuviesen en el espectador un actor activo.

Sus murales irradian una visión épica, heroica y memorable, y su carga ideológica se sirve de la tradición y del anticolonialismo para hacer más efectivo visualmente el mensaje, que tiene en la representación de la fuerza y la lucha su mejor sostén configurativo.

Humberto y yo nos preguntamos cómo es posible que siendo la noche tan negra haya de nuevo tantos invitados en nuestra esquina del Malecón. Y además todos tiburones: el gata, el canalero, el arenero, el cazón de playa, el amarillo, el cabeza de batea, el jaquetón, las cornúas, el tigre, el feroz dientudo, el damero. Y aparecieron también sus acompañantes: las rayas y torpedos, las mantas, los obispos, los peces sierra, las quimeras, los sábalos, las morenas, los macabis, los machuelos, las manjúas, los peces lagarto y los agujones. Nos impidieron entrar después de quedarse con todo lo que llevábamos para una pernoctación que llenábamos de carencias y desamparos y anduvimos de vuelta esperando no despertar a los habitantes que a esta horas siempre soñaban con la luz.



30 de junio de 2009

GRAHAM SUTHERLAND

Son aristas que se clavan, que hieren y cortan; son puntas que fustigan y apuñalan; son formas orgánicas que atraviesan y dejan al espectador con la mirada lastimada.

Graham Sutherland (1903-1980), artista inglés y católico fervoroso, pinta con la fe del atormentado por la duda y por el sufrimiento, por eso sus imágenes nos llevan a ver la convulsión, el retorcimiento, la angustia.

Sus crucifixiones no descorren ningún velo, la penumbra recorre la figura como si fuese una exhalación que emanase de ella. Los rasgos afilados y cortantes nos sitúan ante un símbolo que quiere dejar de serlo, que con sus armas punzantes se defiende en vano. El horror lo paraliza y ya no cabe la huida.

Obra de ascendencias cubistas y surrealistas que no busca orden ni delirio sino la interpretación de una creencia en lo sagrado pero sin púlpitos ni confesionarios. Ella misma es su propia confesión.

Hoy, como en otras ocasiones, es día de dedicación a los resucitados en el Malecón. Aparecen Congos, Lucumíes, Gangás, Macuás, Carabalíes, Mandingas, Minas, Ararás, Ibos, Bibis. A Humberto y a mí nos prohibieron formar parte de sus cabildos porque no sabíamos rezar ni invocar. Éramos visionarios irresolutos, nos dijeron, que no sabíamos encontrar sendas, sólo éramos capaces de cubrirnos con penumbras y seguir huellas borradas. ¡Qué pena que no pudiésemos vender esa verdad!




29 de junio de 2009

ENRICO PRAMPOLINI

Los inicios no inhiben, dan continuidad y seguridad, metodología y comprensión, vías para desarrollar otros procesos y nuevas experiencias.

Enrico Prampolini (1894-1956), artista italiano, se hizo a través de las aventuras plásticas de su tiempo -futurismo, cubismo, abstracción, realismo- y en todas ellas dejó prueba de su instinto de pintor irrepetible.

Esta dos obras son una muestra de un talento que entiende el espacio como un acontecimiento en el que hay retazos de formas que se rehacen y mueven en giros envolventes, en tonalidades cromáticas que se construyen como campos que cohabitan y se desplazan para hallar su destino en la superficie.

Pintura vibrante que circunda la mirada del espectador, confiando en que él participe en ese fenómeno de desove que se exterioriza delante suyo. Y ese desovar no es uno sino infinito en sus realidades, abarca limbos ignotos, paraísos impredecibles y firmamentos convictos.

Hay una geometría que se desdobla y planicies que dejan de serlo para abrirse en deltas de luz y sombra, en estuarios claros de fuerzas oscuras . Aparece, en definitiva, una visión que no se recata de ser ella misma en múltiples goces autoengendrados.

Las tinieblas alumbran nuestro itinerario hasta llegar a nuestra esquina del Malecón. Y de nuevo tenemos que dedicarnos a saludar y ser hospitalarios con huéspedes no invitados. Y así pasamos la noche departiendo amigablemente con los cangrejos moros, los ermitaños, los fantasmas, las cochinillas de mar, los cangrejos violinistas, los gallos, los cargadores, los nadadores, los topos y grillos de mar, los cangrejos araña, los moros colorados y los tortuga. Eran tal cantidad que cuando nos dimos cuenta nos dejaron sin brebaje y sin trancazo. Nos dejaron al alba no sin anunciarnos que llegarían tiempos en que el destino tendría forma de caparazón. No es imposible, pensamos, ya la piel empieza a cuartearse.

26 de junio de 2009

EMILIO VEDOVA

  • Silenciando nuestra angustia no hay protesta ni acusación. Si tenemos que hacer explícitos nuestros deberes, entonces el gesto que transgrede, escupe y vomita en la tela es la ocasión señalada.
  • Emilio Vedova, artista veneciano, comunica con ademán desmesurado, libre, encendido y colérico un compromiso moral y político con la sociedad, a la que ofrece una obra en la que se pueda ver la urgencia y el ansia de esa pasión.

    Los lienzos rezuman trazos que son como cortes sangrientos en recintos oscuros que no dan luz porque niegan la libertad del que quiera penetrarlos. Esa lucha preside los rasgos de una pintura bronca, cuya rabia se expresa en valores cromáticos que son como agentes en perpetuo conflicto a lo largo de su existencia, en el transcurso de una historia que sigue sin final porque es incapaz de arreglarlo.


    • Los tiempos difíciles (¿cuándo no lo son?) provocan a la voluntad del que crea para que su rememoración conjugue la violencia en la que se vive con la energía que alienta a la hora de su formulación plástica. Tal es el caso de Vedova, que nunca olvidó que su compromiso (a sangre y fuego) no era de conveniencia sino de convicción, y que el arte es la materialización de una condición humana que habrá de ser redimida.
    • Cuando Humberto y yo llegamos al atardecer a nuestra esquina del Malecón estaba llena de guardias civiles, pollos sin plumas , corúas, marbellas, rabihorcados, sevillas y flamencos. Después arribaron bijiritas y tomeguines acompañados de langostas espinosas, cobos y tortugas verdes. Como no cabíamos todos, tuvimos que explicarles que habrían de irse. Estuvieron negándose hasta que les dimos vino de uva de caleta, aguardiente y ron. Cuando se fueron, nos pesó la sed y la angustia de seguir vivos sin nada con que tentar al tiempo.


25 de junio de 2009

CONSTANT PERMEKE

El expresionismo de origen nórdico siempre ha buscado en el dibujo y en las texturas y formas plasmadas que ellas pudiesen captar la íntima conflagración interna de la humanidad, expresando sus desesperación ante la violencia y la locura, o la fragilidad y el dolor.

El artista belga Constant Permeke no se permite soñar, se ve arrastrado por una atmósfera sombría que lo ennegrece todo, por la existencia de unos personajes recios, grandes, oscuros, que transportan y hacinan en su ser el desencanto, la pobreza y el sufrimiento de unas vidas que nunca han tenido quien las pinte recibiendo la luz, la claridad de un amanecer plano y luminoso.

La tierra es fría y árida, áspera y seca, y en ella las presencias están obligadas a morar sin esperanza, ya que no hay fe, sólo un mar de derrotas y de ocasos.


Pintura compacta, de tonos duros, de trazos sobrios y de lamentos mudos, que nos dedica unos soplos de meditación visual acerca de la conciencia del arte como conciencia cierta de un destino.
  • Hoy nos visita en el Malecón Olofi, el supremo, causa y razón de ser de todas las cosas, al que le siguen Ochosi, Changó, Yemayá, Obatalá, Ochún y Babalú Ayé. Humberto y yo les cantamos:
Debo confesar
que ya no tienes para mí tanta importancia,
puedo soportar
lo inevitable de un final.
No te empeñes más
en inventar razones,
hoy por hoy
solamente nos queda decir
adiós.






24 de junio de 2009

GEORGE SEGAL

Blancas u oscuras, el artista norteamericano George Segal congela el movimiento de sus figuras para que su gesto mudo nos detenga en su contemplación el tiempo suficiente para intercambiar identidades, situaciones, momentos y pensamientos.
Las encontramos vagando por espacios exteriores, inmovilizadas por su propio ensimismamiento, o en habitáculos interiores, sentadas desnudas con la mirada perdida. El artista, a través de estas escenas estáticas, nos brinda la posibilidad de ver los instantes rutinarios de lo trágico o de la angustia en la intrahistoria de lo humano. Nos coloca en la circunstancia de observar ese momento hondo mediante unos cuerpos que cuando estamos ante ellos, han dejado la vida en nuestras manos a fin de que lo inmaterial que desprenden nos alcance y esté presente en nuestro imaginario.

Al final se establece una interrelación directa y muy íntima con el espectador, el cual acusa el impacto de su presencia asimilando destino, historia y tiempo, detenidos en esa fracción que se congela ante su visión.

Le digo a Humberto que el obispo Pedro Agustín Morell de Santa Cruz se ha quejado al Malecón de que al ritmo de las tumbas los habitantes varones y hembras de su posesión se mezclan en bailes extremadamente torpes y provocativos, y para colorear estas funciones (sic) se entregan a la bebida de la frucanga (bebida de yuca y ají) y aguardiente hasta perder el juicio y desbocarse en los demás excesos que de tales antecedentes podían seguirse. Ya verás, le aseguré, como nos castigarán otra vez a sed y hambre porque el juicio que perdemos es el de la historia y con él nuestra identidad. ¡Pero si ni siquiera podemos decir que todavía la andamos buscando!



23 de junio de 2009

ALBERTO SAVINIO

Poeta, literato, comediógrafo, músico, pintor, periodista, Savinio, hermano de Giorgio de Chirico, recuperó sus sueños para engalanarlos con un humor surrealista y con él festejar cónclaves y sínodos de espectadores inseguros. Yo no querría formar parte de esas pesadillas que abren tantos enigmas como cierran interiores claudicantes.
Tampoco me prestaría a ser retratado por él ya que me haría objeto de una metamorfosis de la que no habría retorno, me quedaría eternamente esperando una anunciación que nunca vendría. Y sería un monstruo en un mundo oscuro, incapaz de mirarme, con la nostalgia de no poder vivir en donde quiero, ni siquiera morir cuando lo necesito.
Savinio exorciza sus vientos sombríos para devolvérnoslos como visiones que aparentan reírse de sí mismas pero que son como efigies propensas a derramarse en nuestras propias alucinaciones. Aunque no importa que sean tantas, al fin y al cabo hemos de existir con ellas.
Humberto yo, tumbados en el Malecón, soñamos que perseguimos a los que nos persiguen, que vivimos a costa de los que nos acosan o que gozamos de los placeres de los que husmean nuestras miserias. Y nos dimos un trastazo con el Azuquín, con el Chispa e tren, con el Bájate el blumer y con el Alcolifán. Casi no despertamos.



22 de junio de 2009

NOÉ SERRANO

Noé Serrano, artista cordobés, no parece pensar que lo humano es un reflejo de lo divino, que participa de su misma naturaleza, que su cuerpo es carne de su propio cuerpo. Y para muestra esas policromadas resinas que modela cual si se tratasen de unos nuevos centauros caninos que nunca llegarán a ser seres mitológicos.

Estos híbridos no dejan de ser una alegoría, un simbolismo, pero también una simple provocación sobre una condición humana que cuando se mira en el espejo nunca ve su propio horror y el que le rodea, y de ahí viene ese retrato que rebaja la belleza del cuerpo supuestamente perfecto como depósito de la conciencia segura de su supuesta dignidad, racionalidad, moralidad y estética.

Lo que ocurre es que el choque que nos deparan estas obras está falsificado, no sé si a sabiendas o no (¿hablamos de venganzas?), por buscar más lo escenográfico que una aprehensión profunda, más el quedarse en un mero acto de impresionar y escandalizar a pesar de una factura impecable y una dimensión teatral atrayente, sin olvidar la pátina irónica con la que juega con el espectador, que duda entre apreciar su revelación o rechazar rotundamente una propuesta que no encaja en sus parámetros estéticos y visuales.

Hoy, en su taller, Humberto y yo ideamos como encajar un cuerpo dentro de otro y como el espacio ha de perder su geometría. La penumbra que nos aprisiona agudiza los sentidos de la profundidad y por eso escarbamos hasta hallar restos omitidos, lenguajes no pronunciados, mitos helados. Removimos hasta encontrar la venganza mas no nos satisfizo, pues de esa ofensa no rescataríamos el ethos de un hacer pictórico hogaño desaparecido. Que moldee el ron la pasta, nos dijimos, y rasgue con ella las entrañas de la vida. Así sea.




18 de junio de 2009

GEORGES MATHIEU

El espacio musita y los fondos no hablan, pero se erigen en intérpretes silenciosos que con furia o calma reciben el estallido vital, veloz, caótico, del impulso provocado por la fuerza y hasta la violencia de un acto instintivo que busca regenerarse.

Esa explosión dramática, fruto de una acción física no significada pero sí apasionada, se convierte en un reflejo del ego del artista, que se fustiga en ese intento pugnaz por verse objetualizado, tal si fuese un signo palpable de una idiosincrasia del dolor o de la rabia.

Georges Mathieu, informalista francés, ha sido el faro de innumerables seguidores, que consideran su poesía plástica la desembocadura o el final de una forma de hacer que no ha de obedecer más que al yo del color como materia con vida propia que al materializarse vertiginosamente llora, muerde o besa. Tal vértigo es impensable previamente, adquiere su conciencia sólo en el objeto resultante, en que se hace carne y sangre.

Al anochecer el Malecón obsequia unos vasos de frucanga con ritmo de tumbas que nos hacen bailar hasta desbocarnos. Humberto y yo estamos atentos a que el amanecer no nos cogiese allí porque entonces, tirados y soñolientos, nos llevarían a excavar catacumbas donde acumular hambres insepultas.




17 de junio de 2009

MANUEL MATA GIL

Hablar de Manuel Mata Gil, joven artista extremeño, es lo mismo que celebrar la portentosa capacidad de ensamblar y coordinar poéticas que van en busca del destino del hombre, preguntándose por una realidad que se sumerge en la fantasía del dolor o el alborozo, en la quimera de una ventura deseada o en el infortunio de un tiempo de aflicción y ruina.

Sabe obtener de los innumerables materiales que selecciona y utiliza la ductilidad de un verso, la rima sutil que no desprecia al objeto, la composición cuyas formas manejan la fuerza del símbolo y la energía de una cosmovisión plástica.

Tanto su escultura como su pintura, mediante el procedimiento del collage, formulan el manifiesto de un ideario estético que emplea lo irracional como vía de aproximación a la conciencia de lo verdadero, de lo esencial.

De los útiles, artefactos, adminículos, de la materia múltiple en definitiva, consigue una visualización impredecible a través de un juego de asociaciones ilógicas y en un espacio que sigue estructurándose en lo pintado o en lo tallado como si estuviese siempre inacabado, necesitase una continuación, de tal forma que el espíritu que le ha infundido estuviese constantemente alerta para dar vida a lo dormido, lo ajeno, lo arrinconado o perdido, hasta alcanzar una obra que hace viable el conocimiento del significado lírico inmanente a partir de su construcción en imágenes que incitan a la mirada a nunca dejar de ver.

Humberto y yo pusimos en nuestra esquina del malecón un muro de espuelas de gallo, cuernos, collares de semillas y caracoles. Estábamos temerosos de los presagios de las lechuzas anunciando apagones y hambre, aunque una prieta bien renegrida nos auguró un destino de muslos utópicos y de ron añejo. Esta noche las sombras aullaron para detener el viento.




16 de junio de 2009

EL LISSITZKY

El artista ruso El Lissitzky sostenía que la teoría de la forma es la teoría de la comunicación visual. Pero lo cierto es que esa caligrafía que se expande en el espacio es la interpretación de una utopía nacida como consecuencia de la victoria de la Revolución de Octubre.

Se quería construir un lenguaje que tuviese en la técnica la configuración de un nuevo modelo de vida para una población pobre, atrasada y oprimida. Y ese orden, totalmente geométrico, habría de ser fruto de una síntesis entre función, arte y vida, además de que tendría que expresarse en esquemas rectilíneos, en módulos ortogonales, en líneas rectas y curvas, esferas y elipses, en construcciones que se alargan y pueblan un cosmos hasta ahora ignoto. El color serviría como un signo de fondo que señalizaría la unión.

Era una utopía plástica que adoleció de un formalismo y racionalismo excesivos ("amo la regla que corrige la emoción") pero que planteó una visualización de lo que podría haber sido posible y no lo fue, si bien su proyección todavía se encuentra en un futuro que no ha cumplido con ninguna de esas expectativas, lo cual hace que nuestras concepciones sobre el arte y la vida sigan renovándose constantemente.

Celebramos esta noche una fiesta en nuestra esquina del Malecón y llegado el amanecer Humberto y yo cantamos:

Corta la caña
y anda ligero,
mira que viene el mayoral
sonando el cuero.

Yo no tumbo caña,
que la tumbe el viento,
que la tumbe Lola
con su movimiento.





15 de junio de 2009

HELEN FRANKENTHALER

Esta artista estadounidense perteneció al movimiento abstracto postpictórico y estuvo casada con Robert Motherwell.
Pionera de los campos de color, diluía la pintura con trementina o queroseno para que así el lienzo lo absorbiese y éste fuese una mancha que empapase la atmósfera, que recrease ingrávidamente el espacio hasta conseguir flotar en él.

La técnica y su virtuosa aplicación es la clave oculta de la obra, la que al final no se ve y se detecta tan sólo en las gamas cromáticas que parecen nadar sobre la superficie inmaterial, que nos invitan a penetrar en esas masas frías o calientes que en su dinamismo nebuloso concitan ámbitos de recogimiento y sosiego.


Ante estos lienzos nuestra reacción es física, los propios sentidos son despertados por amaneceres o crepúsculos inéditos que nos sitúan en climas desconocidos, sintiendo el descubrimiento de otros entornos, reconociendo nuevos cosmos o transitando por los rumbos que siempre habíamos deseado tomar.

Con ella el espíritu también tiene ocasión de hallar su disolución, de hacerse poroso, de prepararse para su suspensión líquida en partículas insolubles, con el fin de estar al final en un mismo son e idéntico baile.

Humberto choca las palmas de las manos y recita:
"Tín, marín, de dos pingüé, cúcara, mácara, títere fue". Pero el Malecón no dejó volver el agua.



12 de junio de 2009

OTTO DIX


El arte exterioriza lo introspectivo de la cosa, del objeto, del ente, pero duda de las incógnitas que la naturaleza le plantea y ha de clarificarlas bajo la misma premisa de ambigüedad con que son captadas.


Este autorretrato de Otto Dix, una de las grandes figuras de la Nueva Objetividad alemana, delata lo que el pintor quiso y no quiso ocultar: que hay un lado oscuro que aparentemente no importa, mas en la realidad pictórica que se refleja condiciona el planteamiento plástico con el que se da a conocer.

La mitad de las facciones tan marcadas, las otras en sombra, igual que los ojos (¿por qué ha impedido que se le viesen?), un rostro pétreo, duro, inquisitivo, despiadado consigo mismo aunque también en angustiosa duda, contrastan con el resplandor del blanco del mandil y de parte del lienzo que se dispone a pintar. Una pureza no contaminada que se enfrenta a la tarea de plasmar una imagen y su sombra, las que emanan del artista que necesita desentrañarse a sí mismo, a sus valores y su conciencia en este acto de autocreación.

Al final nos ha dicho que él es un hombre en lucha en un entorno aciago (recordemos los trágicos acontecimientos de aquellos años), que trata de sobrevivir y resistir, y que seguirá pintando según sus propios límites y condiciones, y también con sus carencias, conflictos y dificultades. Y así lo hizo.

Sin embargo, la verosimilitud no es la verdad, por lo que en el autorretrato queda la sobresaliente huella de la confusión propia de no haberlo vaciado todo, de que todavía hay un enigma en proceso, de que el dinamismo psíquico requiere proyección y tiempo.

El Malecón dictó una Real Cédula para que los habitantes de su territorio no fuesen castrados en caso de rebelión: "mandamos que en ningún caso se ejecute en los rebeldes cimarrones maleconeros la pena de cortarles las partes que honestamente no se pueden nombrar". Humberto y yo pensamos que era un alivio que nos dejen ser hombres a pesar de que el sufrimiento no tiene piedad y ya no importa el perdón del hambre.

10 de junio de 2009

JORGE PÉREZ CASTAÑO

Jorge Pérez Castaño, el artista cubano, ya ha tomado el rumbo definitivo. Pero antes ha dejado en Europa una obra que aunque viajó entre el semen del fauvismo y la liturgia del abstraccionismo, no se olvidó de las remembranzas antillanas, ésas que nos proporcionan sabores, olores, imágenes y visiones inolvidables.

Los colores planos que construía y trazaba con minuciosidad eran como células u órganos unicelulares que, a modo de elementos de una geometría orgánica, se situaban en un espacio intrínseco como versos de un mundo hecho de signos luminosos, generadores de su propia autonomía morfológica, con una luz acariciadora que evita su encierro en un vacío irredento. Es como si el espacio fuese abstracto y él lo hiciese concreto.

Un pintor antillano que fuera de allí quería evocar la síntesis de lo vivido y lo recordado, de lo físico y lo telúrico. Así deseó que su pintura fuese, un camino que al igual que no tienes fronteras visibles, sí las tiene invisibles, y éstas son las que le han permitido tomarle las huellas.

Humberto y yo callamos y escuchamos. Rafael Esténger recita:

Huye en la hirsuta manigua
el cimarrón tumefacto:
le sangran los pies, que aplastan
las espuelas de los cardos
y lleva las carnes lívidas
por la cólera del látigo.

¡Huye en la tarde que huye!
Sin que le brinden amparo
yareyes de mano abierta
y ceibas de pelo cano.
El vuelo de las lechuzas
chilla terribles presagios.

Después brindamos por ellos y por su aciaga suerte.



8 de junio de 2009

MEDARDO ROSSO

De esa fase larvaria van surgiendo rostros incubados unas veces, deformes otras, en una licuación de la materia que consigue toda su cualidad plástica en una fusión con la luz que hace líquido, esponjoso, el modelado.

La mirada quiere, necesita tocar esa dimensión que parece encuadrarse ante los ojos, especialmente cuando se trata de cabezas infantiles en trance de transformación.

Medardo Rosso, escultor italiano, ha intuido, presentido que la escultura es un proceso que debe continuar lo acabado desde el principio, que el inicio en cierta manera ya es un fin, que la condición de la materia es la condición de lo esculpido o tallado. Y por eso sus semblantes con facciones en desarrollo incitan a contemplarlos sin recelos, con el misterio de lo indefinido en el tránsito de hacerlo nosotros, espectadores, definido en su encarnación visual.

La larva consigue la vida de esa materia (cera, escayola) que la ha alimentado. Y el artista le ha proporcionado el espacio y la sangre que la consagra como una realidad que se hace presente en el tiempo.

Esta noche el Malecón ha ordenado a los rancheadores que salgan con los perros en busca de fugitivos. Fieras especializadas en morder, en hincar el diente en las orejas. Allí estaban Ramón Cordero, los Riverones y Francisco Estévez, los más famosos, a los que les pagaba cuatro pesos duros y el alimento por cada evadido capturado. Humberto y yo nos quedamos bebiendo y atisbando la cacería, sabíamos que hoy no era jornada de devotos, por lo que no teníamos temor de fingir lo que no éramos. A Acaró lo pintaríamos otro día.